jueves, 6 de marzo de 2014

La dama y el vabagundo

Están los dos, mirándose , hablándose con la mirada, sin apenas decirse nada 
ella esta tumbada y él la mira desde arriba, admirando cada rincón de ese cuerpo que protege su alma, que protege su vida. 
El muy desaliñado, chaqueta de cuero desgastada por el tiempo. Unos pendientes de aro, tatuajes por todo el cuerpo, posibles recuerdos de guerras y pactos vividos. 
En cambio ella se muestra limpia,
 elegante, sin un desaliño.
La dama y el vagabundo.
Un vagabundo que en su vida pasada era un joven ejecutivo, con ganas de comerse el mundo, y el mundo se lo comió a él. Hasta
que cierto día, cansado de ser un títere sin rumbo, con intenciones de cortar los hilos que le aferraban a una vida desdichada,
opto por rendirse y buscar fortuna en otra vida.
Pero justo en aquel instante en el que se disponía a darse por vencido, apareció ella y lo salvo de aquel delirio.
Una perra labrador, que pese a estar cubierta de barro, desaliñada y con el hocico sediento
de pasar hambre, su mirada escondía una gran belleza. Una perra que tuvo fuerzas para salvarlo y ahora él
le debía la vida. Desde aquel instante, se hicieron inseparables. Y ahora el viaja de vagón en vagón, de estación en estación pero siempre con ella. No importa
cómo vista él ni lo que coma ni lo que beba, siempre y cuando ella siempre tenga los mejores cuidados.
Porque por primera vez, apreciaba su vida, la apreciaba a ella.

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